martes, 2 de junio de 2009

La gordura es un tema feminista | Fat is a Feminist Issue


La gordura, y la delgadez; la edad; la estatura; el color de la piel. Todas esas variables de la presencia física de una persona, que pueden parecer superficiales, pero que, visto nuestro acercamiento a ellas, es evidente que se nutren de cuestiones bastante más profundas y complejas; y que presentan problemas tan profundos y tan arraigados que ya no nos damos cuenta.

¿Por qué nos creemos con la autoridad de calificar a alguien simplemente por cómo lo vemos? Vamos caminando por la calle y algo se activa al ver a quien camina frente a nosotros, particularmente si es mujer: "¡Qué gorda! ¿Cómo puede vivir así? Seguramente tiene problemas de autoestima... Acomplejada... ¡Cómo se viste... Horror. Pero si ya no es ninguna quinceañera." "¡Puaj! ¡Esa mujer es un esqueleto caminando! ¡Alguien que le dé un pepito de arrachera! Parece que va parada de manos, seguroesanorexicaesclavadelosdesigniosdelamodaactual..." Y así, vamos por la calle descalificando todo lo que se sale de nuestros parámetros de "normalidad", dictados nadie sabe por quién. ¿En qué momento vamos a darnos cuenta de que los cuerpos ajenos no nos pertenecen? El cuerpo de una mujer no es propiedad pública. El de ninguna persona lo es. Y sin embargo, parece que cualquiera puede opinar sobre cómo se ve alguien más, y descalificarlo de acuerdo con su ideal: demasiado gorda, demasiado flaca, demasiado morena, demasiado blanca, no se depila las piernas, no tiene el vello púbico recortado como me gusta, no se viste como me parece apropiado. 

Y si sólo se quedara en una valoración del físico. Pero no. Estamos muy acostumbrados a conferirle valor moral a las características corporales de alguien; y lo terrible es que nuestros parámetros se alimentan de paradigmas occidentales que muchas veces no tiene que ver con la realidad del lugar y momento que vivimos: moreno = negro = malas intenciones ; gordo = poco saludable = poco confiable. De ahí que cada 100 metros veamos publicidad para reducir esos aspectos que nos quitan puntos en la valoración social: cremas reductivas, cremas blanqueadoras, fajas, maquillajes, cirugías, y larguísimos etcéteras que se alimentan de nuestras inseguridades y que nos prometen parecernos al modelo aceptado de la temporada.

Lo peor del caso es que llega el punto en que incluso el valor de una idea, de una opinión, se ve supeditado a lo "aceptable" que resulte la imagen del que la profiere, aún si se trata de un medio escrito, como un blog. Como en El Principito, al astrónomo no se le toma en serio hasta que no se pone traje. Sólo que en este caso, no merezco que me hagan caso si mi IMC es mayor a cuánto ¿25? ¿30? ¿Qué medidas debo tener, cómo debo ser para que el apreciable público lector anti-gordura deje de distraerse con mi celulitis y empiece a hacer caso a lo que tengo que decir? ¿Por qué tengo que legitimar mi opinión poniendo una supuesta delgadez como argumento? ¿No estamos en un medio formado casi totalmente por palabras? No me importa si quien escribe es alto, delgado, rubio, escultural, esquelético o mórbidamente obeso, si es virgen o si su vida sexual haría palidecer al sádico Marqués. Lo que me importa es que escriba con congruencia y que me ayude con sus comentarios, con sus ideas. Y eso es lo que debería importar a los demás.

La gordura es un tema feminista, como la delgadez y el color de piel. Es un tema feminista porque lo que mueve al feminismo es la necesidad de tener un mundo en el que se escuchen las voces tantas veces silenciadas de quien, según los "valores" que nos transmiten los medios de comunicación, las instituciones políticas, los prejuicios históricos, no "merece" hablar y ser escuchado. No "merece" escribir y ser leído aunque lo que tenga que decir sea más enriquecedor y disfrutable que lo que sale de las plumas veneradas del hombre blanco y delgado de academia. Es fundamental que cambiemos nuestra manera de aproximarnos a las personas, a los textos, a las ideas. Que podamos valorar la belleza de las palabras antes que el metraje de las piernas; la congruencia de las ideas antes que los kilos de más; la pertinencia de una propuesta antes que la edad del que propone.

Confío en que algún día llegaremos a ese punto. ¿Por qué? Porque ya hay demasiados lugares en los que se privilegia lo contrario. Porque es necesario empezar a esperar y exigir más de la gente. Y es necesario empezar YA.


6 comentarios:

  1. Linda! Me encantó el blog... Te empiezo a seguir...
    Besos...
    Ana.

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  2. De hecho aún se debate mucho hasta qué punto el cuerpo de uno pertenece a los demás. Judith Butler menciona en algún momento que ser un cuerpo es "darse" a los demás, incluso cuando se insiste en que el cuerpo es propio:

    "Mi cuerpo es mío y no es mío, está dado desde el principio al mundo de los otros, portador la forma de los otros, dentro de las disputas de la vida social; sólo posteriormente el cuerpo se vuelve, con cierta incertidumbre, aquello que reclamo como mío."

    A todos nos conviene que decir que el cuerpo es propio, de una o uno. Pero, vaya, la cosa no es tan clara cuando la idea misma de cuerpo implica a los demás...

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  3. Es muy cierto lo que dices, que tristeza que siempre seamos juzgados por las apariencias y lo más triste de todo es que la importancia de verte bien sea una exigencia mayor para la mujer, a cuantas de nosotros no nos ha pasado sentirnos mal por como nos vemos, yo pase una adolescencia deprimida por mi apariencia física, pero seamos sinceros yo creo que todos absolutamente todos alguna vez hemos juzgado a alguien antes de conocerlo por su apariencia física o lo hemos criticado al verlo pasar por la calle o algo así y no creo que alguna vez podamos cambiar esto siempre va a ser importante verte como lo dicten los estereotipos de la sociedad.

    Buen blog, saludos.

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  4. Hola Memo,
    Creo que tienes razón en que al ser el cuerpo una entidad social, implica a los demás. La cuestión a la que yo me opongo es a que los términos de mi cuerpo sean dados por alguien más; por prejuicios; por patrones culturales con los que yo no tengo nada que ver. Quiero que ser gordo no se relacione con ser irresponsable, o que ser moreno no tenga que ver con ser menos confiable.
    Y querida La que Escribió, me da tristeza que pienses que no se puede cambiar eso. Si tú ya tiraste la toalla, yo no. Quizá pasen cientos de años y yo no alcance a verlo, pero tengo la esperanza de que podamos desprendernos de imposiciones de modas, de tallas ideales, de colores perfectos.
    Saludos y gracias a ambos por comentar.

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  5. Sí, yo también me opongo. Pero desafortunadamente es una oposición muy, muy complicada de sostener.

    Saluditos!

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Argüende