Encontré este texto esta mañana. Y lo sentí muy a tono con muchas cosas que pienso y siento estos días, así que aprovecho para compartirlo. Las negritas son mías.
Penca y pastelazo
Juan Villoro
22 Ene. 10
Durante la presentación de la serie de programas Discutamos México, Miguel León Portilla hizo un pertinente llamado a entender el debate como una forma de la crítica. No podemos ser complacientes con lo que en las novelas policiacas se llama "el lugar de los hechos" y en la Historia se llama "la patria".
La perplejidad de vivir en esta tierra comenzó desde hace mucho. En La visión de los vencidos, León Portilla recoge estos versos, compuestos en náhuatl entre 1430 y 1519: "¿A dónde pues iremos?/ ¿Cómo sufriremos aquí?". En 1958, Carlos Fuentes ofreció un eco a esa interrogante: "Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire". Patria: lugar del destino inescapable.
No escogemos un país en el surtido de las naciones. Te toca uno y aprendes a quererlo o soportarlo. El nuestro cumple doscientos años de una vida que puede llamarse "independiente" si se omite el hecho decisivo de que casi todos los bancos son extranjeros.
De madrugada, las preguntas son terribles. Pensemos, al modo de las leyendas antiguas, que nuestro país duerme un sueño profundo, recostado en sus montes y sus valles. De pronto un temblor lo despierta. Son las cuatro de la mañana y la nación padece vértigo existencial: "¿Es necesario que exista?", se pregunta.
Ahondemos en ese despertar tan próximo a una pesadilla: ¿es necesario que haya mexicanos? ¿Qué perdería el mundo sin nuestra especificidad regional?
Hace unos días, un conductor tomó el segundo piso del periférico "a valor mexicano", es decir, sin precaución ni permiso. Conducía un camión de basura. Ya en lo alto, perfeccionó el desastre y se desplomó sobre tres coches. La metáfora no puede ser más inclemente: la basura cae del cielo para aplastar a quienes sufren aquí.
Uno de los problemas de ser mexicano es que otros también lo son. No es habitual que un compatriota se desplome sobre ti desde un puente, pero puede pasar. Lo habitual no siempre es mejor.
¿Cómo sobrellevamos la vida en común? Esta semana 23 presos murieron en una reyerta en la cárcel de Durango. La explicación cómoda consiste en pensar que los violentos no saben convivir. ¿Qué tan bien convivimos los que estamos fuera de un penal?
En una canción reciente, Alejandro Fernández propone un nuevo trato entre mexicanos y mexicanas: "Unas nalgadas con pencas de nopal/ es lo que ocupas por falsa y traicionera./ Cómo te amaba, qué bruto, qué animal/ cómo fui a darte mi amor a la ligera./ Unas nalgadas con pencas de nopal,/ una lección es la que te mereces./ Unos rasguños con espina de maguey,/ hoy se me antoja jugar gato en tus cachetes;/ me hacías piojito y luego me 'hicites' güey/ ya te veré empeñando los aretes". Es obvio que El Potrillo no necesita escándalos para triunfar. Seguramente, la canción le pareció divertida y no pensó que podía tener consecuencias. Lo grave está precisamente en eso; en ignorar que se trata de una ofensa.
¿Cuándo empezamos a malentendernos? Nuestro escudo nacional es el único que representa un acto de depredación. ¿Debemos entenderlo como un modelo para actuar como el águila y la serpiente y usar la penca como sugiere Alejandro Fernández? Por supuesto que no.
Sin embargo, las noticias indican que somos víctimas de algo que podríamos denominar "maldición del escudo". Unos se creen águilas y otros serpientes. Incluso los pastores de la Iglesia, que profesan una fe de conciliación y amor al prójimo, caen en la intransigencia. Es el caso del Cardenal Norberto Rivera, quien practica un catolicismo selectivo donde no caben disidentes.
¿Y qué decir de la intolerancia en los medios? El conductor de Televisa Esteban Arce se refiere a los homosexuales como "puñales" y hace poco dejó caer este alarde oratorio: "La finalidad de la vida sexual es la reproducción... comer Cheetos por las tardes y masturbarse es una preferencia pero no es normal". Arce considera anormales a quienes se tocan a sí mismos o tocan a alguien de su mismo sexo. Esto lleva a una pregunta: ¿cómo es un mexicano normal? ¿Se parece al chofer del camión que se despeñó del segundo piso, al golpeador con penca, al arzobispo de México, a los Zetas y los miembros del cártel de Sinaloa que se enfrentaron en el penal de Durango, al comunicador que juzga perverso a Elton John? Todos son mexicanos por igual. Y no sólo eso: ninguno de ellos califica como extravagante. Se trata de gente que piensa y actúa como muchos otros mexicanos. ¿No ha llegado la hora de ser típicos de otro modo?
Mientras esto ocurría, ese especialista en festejos que es Felipe Calderón, le hundía la cabeza en un pastel al director del ISSSTE. Tal vez me falte imaginación, pero no concibo un acto oficial donde Vaclav Havel, Olof Palme o Lázaro Cárdenas le hundan la cabeza en un pastel a un subordinado. "Yo quiero celebrar con alegría y patriotismo", dijo Calderón en su mensaje del 4 de enero. Ya sabemos a qué se refería.
Lo único que alivia este recuento es que no incluye a ninguna mujer. La verdad sea dicha, es más fácil celebrar la matria que la patria.
Uf, qué texto tan maravilloso. El final me sacó lagrimitas. Te enlazaré, Cerve, porque los recortes que nos regalas son tan necesarios como tú.
ResponderEliminarBesito de La Otra Cerveeeeza :)
Ale... muchas gracias por compartir, lo mejor que he encontrado esta mañana de domingo, ya lo estoy enviando... Abrazo, muy fuerte :)
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