jueves, 7 de abril de 2011

De marchas, causas y apatías.


Fotografía de Gabriela Damián

Estamos hasta la madre. Todos los que vivimos en México, y todos los que desde fuera lo quieren. La realidad violenta nos rebasa. Todos los días despertamos con un contador de muertes que crece y crece. Asesinan a padres, madres de familia, activistas, niños, mujeres solas, familias completas. El asesinato del hijo del poeta Javier Sicilia (aquí la carta que dirigió a autoridades y criminales) consiguió lo que no consiguió el tiro a quemarropa contra Marisela Escobedo, o los fuegos cruzados en las carreteras: que se volviera imperativo salir a la calle a demostrar ese hartazgo en comunidad, que se uniera la mayor cantidad de voces posibles.

En compañía de personas queridas, yo también salí a caminar, pues estoy convencida de que es necesario reclamar las calles para los ciudadanos. Y eso implica desde exigir que se me deje caminar sin acosarme, hasta pronunciarme en contra de una situación que se ha vuelto tan inmanejable y tan dañina. Compartir el espacio con personas igual de desesperadas, pero al mismo tiempo entusiastas y creativas siempre sirve como alivio a la desazón que amenaza con instalarse de manera permanente.

Sin embargo, siento que toda la energía, la rabia y el entusiasmo se diluyeron al llegar a un templete central en donde todo giró en torno al manoseado discurso que distingue a Ellos, los malos, de Nosotros, los buenos, las víctimas de un terrible gobierno y de circunstancias de las que (queremos creer) no somos directamente responsables. Al final, se hizo recuento de muertos y nos regodeamos en que estamos jodidos. Repetidas veces se exigió la renuncia del presidente, de los militares, se habló de cómo los delincuentes no habían seguido sus códigos de honor (a veces me da la impresión de que se ve demasiada tele, y se romantiza demasiado a la delincuencia) y se repartieron las culpas entre todos los que no estaban ahí. Hubo un momento en el que parecía que la finalidad de todo era vengar la muerte del joven hijo del poeta, no buscar una solución integral, un cambio de sistema y de actitud.

En ningún momento se hizo referencia a la responsabilidad que tenemos todos, que deberíamos tener todos, para combatir esta situación desesperada que vivimos: las cosas han llegado al punto de tocar a la élite de este país, porque por sistema no nos interesa lo que pase hasta que no me pase a mí. Urge que recuperemos el concepto, y el acto, de comunidad. Urge que nos demos cuenta de que la responsabilidad no es de Ellos, los que nos quedan tan lejos, los que no son como yo, porque yo ni soy gobierno ni soy narco, así que a mí qué. La responsabilidad es mía, es nuestra. Mi responsabilidad es utilizar las armas de las que dispongo para tratar de hacer un cambio. Los gobiernos y las instituciones pueden ir y regresar, y mientras yo, mientras nosotros no cambiemos, va a dar igual. Urge que dejemos de pensar en "el gobierno", "los militares" y "la delincuencia" como algo totalmente disociado de nuestra vida cotidiana. No son malos de la película que se generaron de la nada. Urge que veamos cómo podemos aprovechar nuestros privilegios en favor de los que no los tienen.

Y urge, sobre todo, que aprendamos a reaccionar desde el principio, no hasta que le toca a "uno de los nuestros".

3 comentarios:

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  2. Mientras en el mundo los movimientos de profundización de la democracia se vuelven más horizontales y juveniles, en México llegaron a salvarnos los señores de los 90´s para liderear el "proceso ciudadano". Vean la lista de quienes redactan pacto y encabezan negociaciones y se darán cuenta de que ya los han visto en 1500 listas más....
    No lo tomen a malinchismo, pero hay que mirar la perspectiva desde donde se mira el asunto de juventud en el 15-M a diferencia del caso Sicilia. Allá se discute paro, enmancipación, educación. Acá ponen a la banda joven a organizar los acopios, conciertos y el grupo de "iluminados" se sienta a redactar su pacto nacional....

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  3. No logro entender a cabalidad la situación que plantea este texto del 2011, pero me quedo con las repercusiones sonoras que deja hoy ese llamado a reconocer nuestros privilegios y trabajar por quienes no los tienen. Con lenguaje inclusivo hubiese estado perfecto. Abrazos.

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Argüende