Hace 6 años
viernes, 3 de abril de 2009
El peor machismo de todos.
Es abril, y en la ciudad de México hace un calor infernal. En un mundo ideal, una mujer podría salir a la calle en estas circunstancias usando camisas sin manga, faldas más cortas y ligeras, o shorts; pero en el mundo real, en las circunstancias reales de esta ciudad, "atreverse" a usar unos shorts es exponerse a las miradas groseras de los hombres que se sienten con el derecho de poseer a una mujer aunque sea con la vista.
Lo peor es que esta conducta machista, reprensible en el ciudadano de a pie, se presenta también en quien se supondría que está para cuidar. Un ejemplo: Hoy, viernes, las dos mujeres con las que trabajo y yo salimos a tomar algo después de comer; una trae shorts; los hombres la miran como si nunca en sus vidas hubieran visto un par de piernas. Pasamos frente a un camión lleno de esos oficiales que tienen en espera de las reuniones de emos de la Glorieta de Insurgentes y que cumplen con la heroica labor de dispersar concentraciones juveniles. Oficial1 repite el gesto lascivo de todos los hombres de la colonia Roma y, no conforme con eso, despierta con un codazo a Oficial2 para que no se pierda la vista. La gota que derrama el vaso. FeministaGorda le reclama, le hace saber que su deber es dar seguridad a los que pasan, y no representar un riesgo más. Oficial1 y Oficial2 se refugian en el interior de su camión con cara de escuincles regañados.
Entonces se abre paso El Peor Machismo de Todos, encarnado en una mujer policía que me hace ver que "la vista es algo natural", que si no le dijeron nada, no tengo por qué reclamarles si "nada más" la vieron. Ante mi reclamo de que no es posible que alguien que representa la autoridad "nada más" vea así a una mujer, El Peor Machismo, el de una mujer, me dice: "Pues si no quiere que la vean, ¿para qué se viste así?" Mirada de incredulidad seguida de la ira de mujer argüendera de FeministaGorda y su amiga. No es posible que una mujer considere que está bien que un hombre le falte al respeto a otra, aunque "sólo" sea con la mirada. No es posible que, en vez de protegernos unas a otras, reciba de la voz de otra mujer ese argumento que justifica violaciones y maltratos: "Si no quieres que te vean/violen/peguen, no te vistas así" Y para colmo, otra mujer que pasaba por ahí, y que se quedó a oir todo el borlote, al final nos decía que si no nos gustaba ese trato, que para qué habíamos venido a México, que es de lo más normal que los hombres vean así a las mujeres, y que si no nos gustaba, nos fuéramos a encerrar a nuestras casas.
¡Carajo! Pues por supuesto que es "normal" que los hombres nos vean como pedazos de carne, si hasta las mismas mujeres lo ven así. Es "lo normal" en México que te miren hasta que te hacen sentir incómoda, porque su mirada trata de reducirte, de poseerte. Ahora resulta que lo anormal es exigir respeto a mi libre tránsito por las calles de la ciudad donde nací.
En India, donde la situación de acoso callejero es similar o peor a la mexicana, varias organizaciones de mujeres se han formado para combatir el eve-teasing, como lo llaman allá. Las mujeres responden a la agresión del acoso tomando fotos del mirón, convocando a barricadas de mujeres en zonas mayoritariamente masculinas, haciendo instalaciones y videos. Aquí, una mujer policía y una ama de casa me reprocharon por exigir el respeto que cualquier mujer, que cualquier persona, merece. Lo que hacen esas miradas "de lo más naturales" es acoso, y hay que nombrarlo con todas sus letras para tomar contra él las medidas necesarias. La primera, que las mujeres mexicanas hagamos un frente común contra quienes nos hacen del caminar cotidiano un viacrucis.
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Que triste y que porquería!
ResponderEliminarPor eso es tan necesario el arguende. Duele "pelearnos" entre nosotras, pero aún más dolería resignarnos y encoger los hombros.
No te apachurres, cervecita. Hay que seguir luchando.
Te quiero mucho (aunque mi teléfono escriba con faltas de ortografía :P )
Justo Platicaba con una amiga sobre este tema junto con otro hombre pues discutiamos si la falda que traía mi amiga era muy corta para esta ciudad...el hombre no entendía porque tanto problema hasta que contamos como era imposible caminar sola con esa falda pues no pasaría ni una cuadra y ya te estarían gritando y el problema no es solo ese, si no que se llega a sentir varias veces hasta miedo, nuestro amigo no podía comprendernos.
ResponderEliminarMe encantaría no solo el hecho de poder usar una falda corta a mi antojo si no tambien el hecho de poder viajar por este país completamente sola! sin que hubiera problema...
Bueno, Ale, ¿qué nos queda? Yo digo que antes que nada no quedarse callada(o), aunque parezca que le hablas a un asno. Aquí no aplica la indiferencia. Lo cabrón y lo que no puede dejar de azorarme es que una mujer tenga todavía nuevos deberes (deber escoger que ponerse, deber ver dónde camina, etc) derivados de tener surpimidas libertades consideradas naturales, y que eso sea un hecho normal para todos los demás (hombres y mujeres) en su inmensa mayoría. ¿Cómo puede ser esto la pinche normalidad? Sólo porque somos una sociedad de mierda, creo.
ResponderEliminarExactamente, comenzar por no quedarse callados. Al momento en que verbalizamos nuestra inconformidad le empezamos a dar cuerpo, y lo mejor, es muy fácil que encontremos personas que comparten el enojo y la frustración. Nos queda hacer lo que esté en nuestras manos para que el estado lamentable en que están las cosas deje de ser "lo natural".
ResponderEliminarMe preocupan y me chocan esas frases que empiezan con: Es que México no es un país o una ciudad donde... o unos shorts o una falda así no es adecuada para una ciudad como ésta. Hay un problema de fondo en la educación y yo creo que lo único que podemos hacer es 1.- Seguir usando faldas y shorts y 2.- Expresar nuestra molestia ante las faltas de respeto, hay miradas y miradas y 3.- Hacer un performance con faldas y vestidos y muchas preguntas
ResponderEliminarMe dan una rabia éste tipo de situaciones...
Querida Comm, le comentaba hace rato que hace unos meses y justo en época de calor cuando mis piernas eran más delgadas (jajaja), salí con mi hermana a pasearla por los rumbos de la Condesa. Digo yo, no estábamos paseando en la Bondojo o en la Guerrero ¿verdad?. Se pensaría que la zona se presta para vivir un poco de civililzación. No pues, en la Condesa.
ResponderEliminarEs muy interesante pensar en las reacciones que tenemos como mujeres en cuanto los hombres empiezan a acosar visualmente a nuestras hermanas, a nuestras amigas, a nuestras mamás.
Supongo que en aquella época lo que necesitaba yo era un poco de atención, pero mi hermana se puso furiosa en cuanto los hombres empezaban a verme de esa manera. Pasamos junto a un conjunto de norteño (imagínese, eran como 20), pero ninguno dijo nada, sólo se quedaron como petrificados por los shorts. "Qué pasa con los hombres mexicanos? - me decìa - "Parece que nunca han visto shorts en su vida".
Como mujer, una puede llegar a pensar que ponerse faldas o shorts en compañía de tu novio detendrán las miradas lascivas del resto de los hombres. Y así, con mi falda pequeña caminaba con mi novio. A subir al metrobús, un señor no pudo con su instinto animal y dejar de verme las piernas, me tomó una foto, supongo yo, para ser parte de su colección. El hombre salió corriendo del metrobus. Enseguida me pregunté por qué me tomaba fotos si hay disponible una inmensa cantidad de pornografía, soft core, media de sensualidad al alcance de todos.
Digo yo, existen mujeres que profesionalmente van al gimnasio todos los días para salir "De diez" en ese tipo de medios.
La pregunta queda abierta...
Mujeres: Hay miles de preguntas que quedan abiertas, el asunto es que en nosotras reside dar respuesta. En mi caso un mocoso me tomó un video con su celular en el metro, cuando lo encontré en youtube me dio miedo, cuántos mal nacidos tienen una colección absurda de traseros y pechos? lo más curioso es que yo venía vestida de negro completamente y sólo se me veía el tobillo... Lo importante es que sabemos cuáles son nuestros derechos y no debemos quedarnos calladas así sea en casa, en el trabajo y en la calle. No necesitamos de un hombre para sentirnos seguras amigas, necesitamos conocimiento y valor...
ResponderEliminarOrganicémos un buen performance en Bellas Artes!
Organicemos!
ResponderEliminarAaaaarggghhh .... que mujeres tan horrorosas, esa policía y ama de casa. Pero ya no queremos más de esas. Nuestras hijas tienen que ser otra generación!
ResponderEliminarY seguimos con las denuncias del acoso en las calles... Llegué a mi casa como de costumbre del trabajo, y me acordé que tenía que pasar a comprar cigarros. Tengo dos opciones cerca de mi casa para surtir rápidamente la alacena, el antojo o el vicio: la típica tienda de abarrotes unas dos cuadras atrás de mi edificio, o bien, el Oxxo sobre la misma avenida que se encuentra a unas tres cuadras de lejanía. Al ver que enfrente de mi edificio alrededor de 50 jardineros y albañiles se encontraban plantando florecitas para embellecer las nuevas estrategias políticas de “puentismo”, decidí que la mejor opción era la primera, e irme por atrás evitando cualquier encuentro incómodo con ellos.
ResponderEliminarOlvidé describir mi atuendo de hoy. Se trata de un vestido que me encanta porque es muy livianito y óptimo para esta temporada. Aunque la tela exterior es delgada, lleva un fondo también muy fresquecito. El vestido tiene un escote muy pequeño, mangas al codo, y el tamaño del vestido completo me llega justo a las rodillas. El atuendo comparte el clóset con sus compañeros afines que provienen de inspiración hindú y coyoacanense.
Pues bien, justo al salir de mi casa, sentí las miraditas. Esa sensación inevitable de localización “Ahí va una dama/vieja/chava… Atención”. Caminé rápido dirigiéndome a las calles de atrás del edificio. Mientras caminaba, algunos vehículos al verme caminando adelante, bajaban la velocidad y volteaban a verme las piernas. Se detenían un poco, y se iban. Yo iba preparada con mis llaves, y mentalizando las frases que les he dicho antes “¿Qué se te perdió?” “¿Me llamabas” “¿Qué se te ofrece”, todas ellas acompañadas de un levantamiento súbito de la barbilla y mirada amenazante.
Llegué a la tienda de abarrotes y no tenían los cigarros que fumo, así que con un poco de pesar y me dirigí al Oxxo que ya quedaba mucho más lejos. Sólo llevaba unas monedas para tal efecto, y mis llaves que están ajustadas a una larga cadena que alguna vez compré en una tienda de punk. No sé por qué, aunque me vista de flores, no he querido deshacerme de esa cadena. Y empecé a ver lo desolada que están las calles, pero al mismo tiempo, había una brisa refrescante a esa hora (más o menos las 7.30 de la noche), y mientras pensaba en la brisa y en la tranquilidad de mi colonia, también pensaba en que si algo llegaba a sucederme, iba a ser muy difícil que me localizaran, ya que sólo llevaba las monedas y la cadena. Nada más. Y mi tren de pensamiento llegaba ya a concluir que le tenía más miedo a encontrarme con un hombre violento que me mirara así, que yo le respondiera, y que acabara dándome golpes. Me dio mucho más miedo pensar en una situación así que pensar que en esa brisa llegaría el virus de la influenza a atacarme… Y después pensé que esa no era la primera vez que había sentido miedo de esa naturaleza: El salir a la calle y planear una estrategia día tras día para evitar molestias, es verdaderamente no vivir tranquilamente.
El camino que me dirigía al Oxxo era también por detrás del edificio, evitando nuevamente a los 50 albañiles de la avenida. Al pasar por una parroquia, mi estado de alerta se aminoró al ver la presencia de mujeres alrededor. Buscando una forma de “chiquearme” entré a una heladería que sorpresivamente no estaba cerrada. Me compré un helado sabor “Beso de ángel” que no probaba en años, e intercambié algunos comentarios con la encargada sobre el uso de tapabocas y los nuevos rumores de desempleo. A lo lejos avistaba las nubes de polvo y el congestionamiento de coches, esperaba ya el espacio amenazante. Caminé más rápido cuando llegué a la avenida, concluyendo que este polvo por primera vez removido en más de 40 años desde que se hicieron modificaciones en la avenida, era más dañino que cualquier estornudo en el metrobús. Entré rápido a la tienda y mi voz se hizo expresa nuevamente al sentirme cómoda con la presencia de otra mujer encargada de la tienda. Salí, y volví a tomar el camino ocultándome de los albañiles. Sin embargo, nuevamente los coches con conductores de género masculino volvían a pasar, frenarse un poquito, ver mis piernas y arrancarse. Estaba preparada a reaccionar sosteniendo mi cadena de llaves lista para responder a cualquier comentario.
Aún con esta determinación, no encontré momento para hacerlo y tal vez el sentido de prudencia evitó que contestara a cualquier miradita de escaneo sobre mi cuerpo. Salí nuevamente a la avenida para entrar a mi casa, y en la esquina se encontraban cinco hombres panzones, trabajadores de la delegación. No pudieron evitar seguirme con las miradas, pero yo tampoco pude bajar la mía, y los miré directo a los ojos. Evitaron cualquier comentario, por lo menos ninguno que yo escuchara y entré rápido a mi casa para compartirles esta pequeña historia.
El recorrido se me hizo eterno, ya que me encontraba percibiendo cada uno de mis movimientos, identificando cada uno de mis pensamientos y reacciones, como si grabara cada paso en miras de denunciar y despertar. Es interesante saber que esta simple actividad de ir por “algo” a la tienda del barrio fue un proceso que duró menos de 20 minutos. Me imagino que muchas mujeres en este país se han encontrado en una situación similar. ¡Cuánto nos pesa de pronto salir por alguna tontería, y no poder hacerlo tranquilas, incluso con el conocimiento y experiencia previa de que no importa cuántas mujeres existan en comparación con la población masculina, no importa cuán larga sea tu falda, o pequeño tu escote, los hombres son los dueños de las calles. Lo público para ellos, lo privado para ellas: Atadas a un sistema patriarcal-penetrador que evita a toda costa, en pleno siglo XXI, salir a conquistar las calles.
Saludos y todos mi apoyo para todas ustedes, conocidas y desconocidas, que viven día a día el acoso callejero. Es tiempo de hacer algo, como ya se ha mencionado aquí, para que nuestras hijas, nuestras nietas y las mujeres que vendrán, salgan seguras a las calles.
es cierto es muy incomodo salir con falda oshorts por que aun que sea con la mirada algunos hombres por desgracia creo que la mayoria miran a las chicas con miradas incomodas ojala y esto cambie algun dias y haya respeto, pero se tiene que cambiar la mentalidad es cierto que en una sociedad machista las mujeres tambien seamos educadas para actuar de esa forma yo tengo que luchar cada dia con mi prejuicios y mi machismo pienso que todas de mayor o menor medida tenemos que hacerlo lo importante es que como mujeres y hombres que ya se concideran igualitarios tambien nos demos cuenta de esto y si llegamos ha formar una familia y si nos toca o decidimos estar en frente de la educacion es importante que eduquemos a la nueva generacion de hombres y mujeres con la idea de respeto e igualdad entre ellos, para que haya un verdadero cambio si no,es normal que las cosas no cambien, por que es muy dificil que la sociedad no te absorva esta implicito en costumbres, tradiciones y cosas que se consideran " valores" chicas es un trabajo sucio pero aldien tiene que hacerlo.
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