... o de por qué parece que no vamos a entendernos nunca.
Al final, como era de esperarse, la sección de comentarios del texto de Tania Tagle en Replicante degeneró en telenovela. Lo triste del asunto es que todas las críticas al texto, argumentadas y bien articuladas, se ven deslegitimadas con el sambenito de que quienes las hicieron (hicimos) son (somos) feminazis envidiosas del marido que ama a Tania (aunque gane menos que ella, como ella misma tuvo a bien destacar), y de su hermosísimo hijo.
¿De verdad? ¿De verdad? ¿De verdad?
¿De todo el tiempo, datos, información, que le fue compartida a la autora y a los lectores, lo que estos personajes entienden es que quienes comentan son mujeres amargadas porque no tienen una familia como debe de ser?
Creo que lo que más me deprime es ver cómo, según se iban dando los comentarios, Tagle cambió de estrategia, y de defender intelectualmente su texto, comenzó a tomar las críticas como ataques personales, justificando su posición de privilegio con explicaciones al respecto de su vida y sus esfuerzos (que no le debía a nadie, por cierto) Y sin embargo, todos los cuestionamientos al respecto del texto en cuestión, se quedaron sin más contra-argumentación que simples - y decepcionantes - "dadas de avión" y
mea culpas falsas, en el más puro estilo de niña de secundaria: "ay, ajá, sí, el machismo tiene la culpa de todos los males", "ay, ajá, sí, escribo pésimo"
Así que, al final, la que pudo haber sido una experiencia de aprendizaje, de discusión, de contraste de puntos de vista, se transformó en el acostumbrado escenario sin salida de descalificaciones personales, de cerrazón inmediata ante
the F-Word (diosloslibreatodoslosreplicantesdelhorrorosoypeludofeminismo) y de reafirmarse en que sus convicciones y su estilo de vida son los que habrían de definir la manera en la que se conciben y se experimentan los logros y los fallos de un sistema de pensamiento tan complejo como el feminismo.
Al cabo que nomás es una opinión, ¿no?